Gabrielle, con una copa
de champagne en la mano y mucho calor, sale a la terraza, a tomar el aire y
descansar de los zapatos altos que se puso esta tarde. _Mientras esté sola
aquí, piensa… me los puedo quitar un
ratito.
Era un compromiso importante venir al cóctel con Jaime, pero
nadie le avisó, que además, su novio tendría un montón de trabajo atendiendo a
los clientes, y la dejaría sola tanto rato.
Lleva un precioso
vestido de seda azul, largo hasta los pies, la parte de arriba esta ceñida a su
cuerpo y con un escote de escándalo. Los tirantes son tan finos que se le
clavan en el hombro, por el peso de la larga falda, además va sin sujetador,
porque el vestido no permite llevarlo, se
vería por algún lado.
_En la terraza se esta
bien, corre aire y no parece que me vean desde dentro, menos mal, así podre
desaparecer un ratito del evento. Lastima que no haya una silla donde poder
sentarme, pero siempre puedo hacerlo en la baranda, es muy ancha y no hay
peligro de caerme, estoy a un metro del suelo y además es el jardín, lleno de
césped, húmedo y fresquito, deliciosamente apetecible para tumbarme en él. Me
gusta ese olor que despide la hierba mojada, y todas esas pequeñas florecitas
de colores que llenan los márgenes del caminito a la entrada. Este sitio es
precioso…¡¡
Mientras ella contempla
el jardín, desde lo alto de la baranda, no se ha percatado que alguien más ha
salido y no está sola.
El joven, se queda
fijamente mirándola, sonriente desde el filo de la puerta, ella, sentada con
las piernas encogidas al pecho, y el vestido para que no roce, replegado encima de sus muslos, dejando las
largas piernas a la vista del joven, tiene los brazos levantados por encima de
su cabeza, jugueteando con las manos, y bailando al son de la música que algo
lejana le llega a sus oídos. El joven que no la conoce de nada, esta rendido a
tanta naturalidad como desprende esa mujer, pensando que si hubiera ido con él,
no la habría dejado sola ni un minuto.
Sus zapatos tirados en
un rincón, le hacen pensar que la chica, estaba deseando quitárselos, esta
bellísima ahí subida. Parece que sabe evadirse completamente, al menos esa es
la impresión que le da a él.
De repente, algo la ha
hecho mirar hacia él, algún ruido que sale de dentro. _Oh, dice Gabrielle, ¿llevas mucho aquí?
El joven se acerca a
ella y se presenta, diciendo que el también esta huyendo del calor y del montón
de gente que hay dentro, y ofreciéndose a traer otra copa para cada uno, si no
le molesta compartir ese lugar con él.
Ella, acepta encantada,
y el joven vuelve dentro, saliendo a los pocos segundos, con una copa en cada
mano. Con una gran sonrisa en la cara y muchas ganas de conocer a la bella
dama, bella y solitaria dama. Pero no aburrida, de eso esta seguro David, con
solo mirarla. Gabrielle le coge la copa de su mano y le da las gracias con una
mirada sensual y llena de picardía, Gabrielle es así, picara y provocadora.
Para nada, la compañía
del joven, ha hecho que ella moviera su preciada posición en la baranda, se
siente muy a gusto allí, y ya que la ha visto antes, no cree que verla bajar de
ahí arriba cambie para nada su opinión de ella.
Lo que si ha hecho,
mientras él fue a por las copas, ha sido subirse los tirantes del vestido,
sobre sus hombros. Pensando que quizás pudiera verse más de lo que ya esta a la
vista.
El joven, el cual se ha
presentado como David, no parece que le importe lo más mínimo, verla así, muy
al contrario, parece disfrutar de la ligereza de esa sensual muchacha, acercando la mano libre, le roza los pies, con una
caricia, unos pies delgados y bonitos.
_Por lo que veo, los
zapatos te molestaban dice riéndose David, ¿puedo darte un masaje? Se me da muy
bien.
Gabrielle, abriendo mucho
los ojos y la boca entreabierta, asiente
a la proposición de David, mientras él, ve en ella, la alegría que le ha
proporcionado con su ofrecimiento.
Así pues, se deja coger
uno de los pies, y muy despacito va girando sobre si misma la posición ahí arriba,
para ponerse de frente. Y como si fuera lo más corriente en una fiesta como
esa, se deja masajear por David encantada, como si lo conociera de toda la
vida. Con esta nueva postura, ha tenido que dejar la copa sobre la barandilla,
y mantener los brazos al borde de su
cuerpo con las manos apoyadas en la piedra, echando la cabeza hacia atrás, y respirando
profundamente.
_Uhmmmmm que perfecta
armonía mis pies y tus manos David, me encanta dice ella ¡¡
Su sensualidad la
demuestra con todos los movimientos que hace, incluso no juntando las piernas
mientras David le masajea el pie. Es perversa, sí.
_Diantres de mujer, tan
morbosa y erótica.
David, que se ha
desprendido de la americana, para poder moverse con más libertad, va vestido
con una camisa blanca de hilo, y pantalón negro. Le toma el otro pie y hace lo mismo que con el anterior, sin prisa,
dejando que ella saboree el momento.
David no pierde detalle de sus piernas, largas y bronceadas. Y dentro de él, va
creciendo la pasión por ella y algo más.
En un par de ocasiones,
su vestido se ha venido abajo, y ha sido él mismo quien se lo ha recogido, lo
suficiente para poder seguir con su masaje.
De pronto, alguien,
dentro está llamando a Gabrielle, vaya,
que inoportuno, con desgana, baja de la baranda, y se acerca a la puerta
abierta, donde ve a su novio, buscarla. _Gabrielle
cariño, llevo buscándote un rato.
David se ha quedado
fuera, y por lo que está oyendo, esta
mujer es la novia del homenajeado. Mira al rincón y ve los zapatos, sonríe
pensando que deberá volver a buscarlos y podrán despedirse.
Gabrielle vuelve con la
frente arrugada, mostrando su disgusto, y molesta por que precisamente ahora
necesite de su compañía, ahora que se sentía tan bien con este chico.
Se calza los zapatos de
tacón, no sin agradecerle a David su compañía, y guiñándole un ojo, le propone
encontrarse detrás del jardín en diez minutos.
Le besa, y con una mano
se levanta resuelta el vestido, para no tropezar, y mirando hacia atrás se
desliza dentro del salón, diciéndole “diez minutos” apenas dejándose oír, pero gesticulando con
los labios exageradamente.
David, no sabe que
pensar, pero no esta dispuesto a dejar pasar una oportunidad como esta, así que recoge la chaqueta y
echándola sobre su hombro, se dirige hacia el jardín, pasando por el salón y
ojeando a derecha e izquierda, la gente allí congregada.
El jardín, es sumamente
grande, y para que lo encuentre fácilmente, decide no irse demasiado lejos de
la puerta principal, donde sigue entrando gente después de casi tres horas que
los emplazaron allí.
David, se sienta en un
banco, desde el que ve perfectamente la salida de Gabrielle, ella se percata de
la presencia del joven, y corre hacia él, a mitad del camino, se para y se
descalza, llegando a su lado completamente muerta de risa.
Vamos, le urge dándole
una mano y saliendo hacia la oscuridad, que les brindan los arboles frondosos
del jardín. Parecen dos adolescentes escondiéndose de sus padres, Gabrielle,
está exultante, y David le sigue sus pasos, encantado.
Al fin, fuera del alcance
de las luces, buscan un rincón donde poder quedarse, los cabellos de Gabrielle,
luchan por deshacerse del moño alto que llevaba. David le coge un mechón, que
le cae por delante de los ojos y se lo aparta. Ella de un tirón se quita la
diadema con la que se le mantenía fijo, y deja caer la melena encima de su
espalda.
Ella se mantiene muy
cerca de la cara de David, y él le pasa el brazo por la cintura, atrayéndola
hasta abrazarla, estrechándola en sus brazos. Sus bocas se juntan poco a poco,
como si pidieran permiso para poder
tocarse, ninguno dice nada, solo se rinden en un acuerdo tácito para saborear
los labios del otro.
Gabrielle desprende un
calor, que David no sabe si es por el tramo que han corrido o por la situación.
Sin decir nada, siguen disfrutando de sus besos, húmedos y morbosos.
Los tirantes del
vestido se dejan caer solos al retenerla apretada contra si, dejando parte del
pecho y pezón de Gabrielle a la vista de David. De lo cual ella ni se percata,
estaba deseando que David se comportara así, y lo esta disfrutando.
Él, la impulsa de un
tirón hacia arriba y ella se abre a horcajadas, subida a su cintura, dando
varia vueltas en redondo, con ella abrazada a su cuello y las piernas
cruzadas en torno a David. Dejándose llevar por el placer que
sienten los dos. Las manos de David, van de las nalgas a los muslos de
Gabrielle, tanto para asegurarla que no caiga, como para acariciarla
suavemente.
Siente la humedad de
Gabrielle, y se alimenta de sus olores.
Finalmente, cansados y
exultantes de tantas risas, caen desplomados en la hierba, rendidos a las
sensaciones tan a flor de piel, y decididos a vivir un paso más en este momento,
darse al otro y vivir lo que la vida les ha puesto delante, sin condiciones ni
reproches. Sentir todos los matices de la piel, centrados en beberse
mutuamente, sin ataduras, sin esperar nada de nadie, solo vivir el momento,
gozar del otro, y dejar que el cuerpo empape lo bueno de cada cual, o al menos
lo que les produce tanto erotismo.
Los gritos de placer,
son amortiguados por la distancia de la
que goza el jardín, impidiendo que nadie
les moleste en este encuentro sexual, en el que se funden.
Lola_Louise
Me gusta muy bien contado y muy bien descrita la situacion del relato.LUC
ResponderEliminargracias LUC, jajaaj Un besito
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