domingo, 9 de diciembre de 2012

Más Relatos Cortos


Gabrielle, con una copa de champagne en la mano y mucho calor, sale a la terraza, a tomar el aire y descansar de los zapatos altos que se puso esta tarde. _Mientras esté sola aquí, piensa… me los puedo quitar  un ratito.
Era un compromiso  importante venir al cóctel con Jaime, pero nadie le avisó, que además, su novio tendría un montón de trabajo atendiendo a los clientes, y la dejaría sola tanto rato.
Lleva un precioso vestido de seda azul, largo hasta los pies, la parte de arriba esta ceñida a su cuerpo y con un escote de escándalo. Los tirantes son tan finos que se le clavan en el hombro, por el peso de la larga falda, además va sin sujetador, porque el vestido no permite llevarlo, se  vería por algún lado.
_En la terraza se esta bien, corre aire y no parece que me vean desde dentro, menos mal, así podre desaparecer un ratito del evento. Lastima que no haya una silla donde poder sentarme, pero siempre puedo hacerlo en la baranda, es muy ancha y no hay peligro de caerme, estoy a un metro del suelo y además es el jardín, lleno de césped, húmedo y fresquito, deliciosamente apetecible para tumbarme en él. Me gusta ese olor que despide la hierba mojada, y todas esas pequeñas florecitas de colores que llenan los márgenes del caminito a la entrada. Este sitio es precioso…¡¡
Mientras ella contempla el jardín, desde lo alto de la baranda, no se ha percatado que alguien más ha salido y no está sola.
El joven, se queda fijamente mirándola, sonriente desde el filo de la puerta, ella, sentada con las piernas encogidas al pecho, y el vestido para que no  roce,  replegado encima de sus muslos, dejando las largas piernas a la vista del joven, tiene los brazos levantados por encima de su cabeza, jugueteando con las manos, y bailando al son de la música que algo lejana le llega a sus oídos. El joven que no la conoce de nada, esta rendido a tanta naturalidad como desprende esa mujer, pensando que si hubiera ido con él, no la habría dejado sola ni un minuto.
Sus zapatos tirados en un rincón, le hacen pensar que la chica, estaba deseando quitárselos, esta bellísima ahí subida. Parece que sabe evadirse completamente, al menos esa es la impresión que le da a él.
De repente, algo la ha hecho mirar hacia él, algún ruido que sale de dentro. _Oh,  dice Gabrielle, ¿llevas mucho aquí?
El joven se acerca a ella y se presenta, diciendo que el también esta huyendo del calor y del montón de gente que hay dentro, y ofreciéndose a traer otra copa para cada uno, si no le molesta compartir ese lugar con él.
Ella, acepta encantada, y el joven vuelve dentro, saliendo a los pocos segundos, con una copa en cada mano. Con una gran sonrisa en la cara y muchas ganas de conocer a la bella dama, bella y solitaria dama. Pero no aburrida, de eso esta seguro David, con solo mirarla. Gabrielle le coge la copa de su mano y le da las gracias con una mirada sensual y llena de picardía, Gabrielle es así, picara y provocadora.
Para nada, la compañía del joven, ha hecho que ella moviera su preciada posición en la baranda, se siente muy a gusto allí, y ya que la ha visto antes, no cree que verla bajar de ahí arriba cambie para nada su opinión de ella.
Lo que si ha hecho, mientras él fue a por las copas, ha sido subirse los tirantes del vestido, sobre sus hombros. Pensando que quizás pudiera verse más de lo que ya esta a la vista.
El joven, el cual se ha presentado como David, no parece que le importe lo más mínimo, verla así, muy al contrario, parece disfrutar de la ligereza de esa sensual muchacha,  acercando  la mano libre, le roza los pies, con una caricia, unos pies delgados y bonitos.
_Por lo que veo, los zapatos te molestaban dice riéndose David, ¿puedo darte un masaje? Se me da muy bien.
Gabrielle, abriendo mucho los ojos y  la boca entreabierta, asiente a la proposición de David, mientras él, ve en ella, la alegría que le ha proporcionado con su ofrecimiento.
Así pues, se deja coger uno de los pies, y muy despacito va  girando sobre si misma la posición ahí arriba, para ponerse de frente. Y como si fuera lo más corriente en una fiesta como esa, se deja masajear por David encantada, como si lo conociera de toda la vida. Con esta nueva postura, ha tenido que dejar la copa sobre la barandilla, y mantener  los brazos al borde de su cuerpo con las manos apoyadas en la piedra, echando la cabeza hacia atrás, y respirando profundamente.
_Uhmmmmm que perfecta armonía mis pies y tus manos David, me encanta dice ella ¡¡
Su sensualidad la demuestra con todos los movimientos que hace, incluso no juntando las piernas mientras David le masajea el pie. Es perversa, sí.
_Diantres de mujer, tan morbosa y erótica.
David, que se ha desprendido de la americana, para poder moverse con más libertad, va vestido con una camisa blanca de hilo, y pantalón negro. Le toma el otro pie y hace  lo mismo que con el anterior, sin prisa, dejando que ella  saboree el momento. David no pierde detalle de sus piernas, largas y bronceadas. Y dentro de él, va creciendo la pasión por ella y algo más.
En un par de ocasiones, su vestido se ha venido abajo, y ha sido él mismo quien se lo ha recogido, lo suficiente para poder seguir con su masaje.
De pronto, alguien, dentro está llamando  a Gabrielle, vaya, que inoportuno, con desgana, baja de la baranda, y se acerca a la puerta abierta, donde ve a su novio, buscarla.  _Gabrielle cariño, llevo buscándote un rato.
David se ha quedado fuera, y por lo que está  oyendo, esta mujer es la novia del homenajeado. Mira al rincón y ve los zapatos, sonríe pensando que deberá volver a buscarlos y podrán despedirse.
Gabrielle vuelve con la frente arrugada, mostrando su disgusto, y molesta por que precisamente ahora necesite de su compañía, ahora que se sentía tan bien con este chico.
Se calza los zapatos de tacón, no sin agradecerle a David su compañía, y guiñándole un ojo, le propone encontrarse detrás del jardín en diez minutos.
Le besa, y con una mano se levanta resuelta el vestido, para no tropezar, y mirando hacia atrás se desliza dentro del salón, diciéndole “diez minutos”  apenas dejándose oír, pero gesticulando con los labios exageradamente.
David, no sabe que pensar, pero no esta dispuesto a dejar pasar una oportunidad  como esta, así que recoge la chaqueta y echándola sobre su hombro, se dirige hacia el jardín, pasando por el salón y ojeando a derecha e izquierda, la gente allí congregada.
El jardín, es sumamente grande, y para que lo encuentre fácilmente, decide no irse demasiado lejos de la puerta principal, donde sigue entrando gente después de casi tres horas que los emplazaron allí.
David, se sienta en un banco, desde el que ve perfectamente la salida de Gabrielle, ella se percata de la presencia del joven, y corre hacia él, a mitad del camino, se para y se descalza, llegando a su lado completamente muerta de risa.
Vamos, le urge dándole una mano y saliendo hacia la oscuridad, que les brindan los arboles frondosos del jardín. Parecen dos adolescentes escondiéndose de sus padres, Gabrielle, está exultante, y David le sigue sus pasos, encantado.
Al fin, fuera del alcance de las luces, buscan un rincón donde poder quedarse, los cabellos de Gabrielle, luchan por deshacerse del moño alto que llevaba. David le coge un mechón, que le cae por delante de los ojos y se lo aparta. Ella de un tirón se quita la diadema con la que se le mantenía fijo, y deja caer la melena encima de su espalda.
Ella se mantiene muy cerca de la cara de David, y él le pasa el brazo por la cintura, atrayéndola hasta abrazarla, estrechándola en sus brazos. Sus bocas se juntan poco a poco, como si  pidieran permiso para poder tocarse, ninguno dice nada, solo se rinden en un acuerdo tácito para saborear los labios del otro.
Gabrielle desprende un calor, que David no sabe si es por el tramo que han corrido o por la situación. Sin decir nada, siguen disfrutando de sus besos, húmedos y morbosos.
Los tirantes del vestido se dejan caer solos al retenerla apretada contra si, dejando parte del pecho y pezón de Gabrielle a la vista de David. De lo cual ella ni se percata, estaba deseando que David se comportara así, y lo esta disfrutando.
Él, la impulsa de un tirón hacia arriba y ella se abre a horcajadas, subida a su cintura, dando varia vueltas en redondo, con ella abrazada a su cuello y las piernas cruzadas  en torno  a David. Dejándose llevar por el placer que sienten los dos. Las manos de David, van de las nalgas a los muslos de Gabrielle, tanto para asegurarla que no caiga, como para acariciarla suavemente.
Siente la humedad de Gabrielle, y se alimenta de sus olores.
Finalmente, cansados y exultantes de tantas risas, caen desplomados en la hierba, rendidos a las sensaciones tan a flor de piel, y decididos a vivir un paso más en este momento, darse al otro y vivir lo que la vida les ha puesto delante, sin condiciones ni reproches. Sentir todos los matices de la piel, centrados en beberse mutuamente, sin ataduras, sin esperar nada de nadie, solo vivir el momento, gozar del otro, y dejar que el cuerpo empape lo bueno de cada cual, o al menos lo que les produce tanto erotismo.
Los gritos de placer, son  amortiguados por la distancia de la que goza el jardín, impidiendo  que nadie les moleste en este encuentro sexual, en el que se funden.

Lola_Louise

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