Eran las tres de la
madrugada y yo sin dormir, había tenido un día muy movido y ahora pagaba las
consecuencias, me decidí a enchufar el ordenador por si tenía algún correo que
me hiciera pasar el rato, no tenía nada divertido, muchos de “si mandas esto a
diez amigos veras cambiar tu suerte”. Como si eso fuera posible tan fácilmente,
¿quien se creerá estas cosas?
Pero mira, esto esta
bien, había uno de alguien a quien hacia tiempo deseaba ver, me sentí bien después
de leerlo, sentía algo especial por esa persona y me alegre de saber de él, era
escueto en el mensaje, pero supe que le irían bien las cosas solo por el modo
que lo decía, sonreí pensando en los pocos ratitos que habíamos compartido,
pero bien aprovechados.
Seguí mirando correos
sin mucho interés, mi pensamiento seguía en esa persona, me dije que cuando él
quisiera, se pondría en contacto conmigo otra vez.
Era preferible
dejarle encontrar su camino sin molestarle, siempre he querido ser respetuosa
con eso, aunque a veces soy muy impaciente lo sé.
Esperaría a recibir
noticias suyas de nuevo.
Me puse a escribir,
eso me gusta y me encuentro a mi misma, escribiendo soy yo y también otra
persona, no se describirlo, pero es así.
Cuando me di cuenta del
rato que llevaba sentada en el ordenador, me sorprendió que ya amanecía, me
levante y me acerque a la ventana a mirar fuera, este día que empezaba iba a
ser precioso, las ramas de los arboles se mecían con el viento, se respiraba
sano, no había ruidos, solo el canto de los pajaritos anunciando la salida del
sol, mi vista alcanzo a ver el rio al fondo del paisaje, haciendo surcos en las
orillas y remolinos en la curva, para luego caer por una pendiente rauda hacia
abajo.
Mirando el agua
correr, hace que mis pensamientos se relajen e incluso, llego a quedar en
blanco, sin que ningún pensamiento enturbie el momento, ese correr de agua
tiene un poder de somnífero natural en mi.
Cogí una almohada y
en el poyete del ventanal, me deje caer encima, con las piernas encogidas, para
poder quedarme allí viendo como todos los colores de la naturaleza iban
cobrando vida, el reflejo del sol hacía que brillara en el agua y el verde de
los arboles fuera más intenso.
Finalmente me quede
dormida, encogida, hecha un ovillo, pensando en lo bueno que nos reporta saber
que alguien ha pensado en nosotros aunque haya sido unos minutos, el sol calentando
mi cuerpo a través de los cristales y soñando que tenía suerte de saber algo de
mi amigo, después de tantos días.
Para ti Fede.
Lola
Los buenos amigos nunca se olvidan . Muy bien descrito el amanecer de un dia de invierno .Animo sigue escribiendo.LUC
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